Las emociones son fenómenos multidimensionales. Es decir son procesos que afectan a varias dimensiones al mismo tiempo:
1- En el terreno de lo biológico se producen reacciones fisiológicas como palpitaciones, sudoración, etc. Estos cambios fisiológicos preparan al cuerpo para la acción. Por ejemplo en el caso del miedo el cuerpo se prepara huir.
2- En el terreno del pensamiento o de la cognición se produce un análisis y una valoración subjetiva de la situación en función de la historia personal.
3- En lo social, las emociones van acompañadas de una expresividad universal como especie, independiente de lo cultural. Sin embargo la cultura si afecta a los modos de esa expresión.
Las emociones se han ido desarrollando a lo largo nuestra filogenia (proceso evolutivo desde las primeras formas de vida hasta nuestra especie, el Homo Sapiens):
Hace
200 millones de años tenemos el cerebro reptilíneo: la región más primitiva, el tallo encefálico, en la parte
superior de la médula espinal que regula las funciones vitales básicas como la
respiración, el metabolismo de los órganos corporales y las reacciones y
movimientos automáticos. En definitiva, se trata de un conjunto de reguladores
programados para mantener el funcionamiento del cuerpo y asegurar la
supervivencia del individuo. La raíz más primitiva de nuestra vida emocional
radica en el sentido del olfato, en el llamado lóbulo olfatorio.
El cerebro
mamífero se encuentra alrededor del tallo encefálico a modo de rosquilla y es el sistema límbico (del latín “limbus” que significa
“anillo”) que supuso la incorporación de las emociones propiamente dichas al
repertorio de respuestas del cerebro. Se incorporan dos poderosas herramientas:
el aprendizaje y la memoria que permitieron ir más allá de las reacciones
automáticas predeterminadas y afinar las respuestas para adaptarlas a las
cambiantes exigencias del medio, favoreciendo la toma de decisiones más
inteligente para la supervivencia.
Finalmente hace unos 100 millones
de años, comienza a desarrollarse el neocortex o cerebro del Homo Sapiens, que permitió el desarrollo del
pensamiento, de la conciencia, de la civilización, del arte y de la cultura.
Este nuevo estrato cerebral permitió comenzar a matizar la vida emocional, por
ejemplo establecer el vínculo madre-hijo. El neocortex permite pues un aumento de la sutileza y la complejidad de
la vida emocional dotando de flexibilidad al sistema social complejo humano. "Aun tenemos en nuestras cabezas estructuras cerebrales muy parecidas a las del caballo y el cocodrilo", dice el neurofisiólogo Paul MacLean, del Instituto Nacional de Salud Mental de los EE.UU.
Por lo tanto, las emociones sirven para asegurar nuestra supervivencia. En su función adaptativa, preparan al organismo para la acción; en su función social comunican nuestro estado de ánimo a los demás favoreciendo el apoyo social y en su función motivacional facilitan las conductas motivadas para la consecución de nuestros objetivos.
Como me he propuesto no escribir entradas muy largas sólo quiero terminar diciendo que, por lo tanto, no existen emociones positivas ni negativas, términos que se ven constantemente hoy en día. Lo que existen son emociones y todas son necesarias y tienen su utilidad. La cuestión es aprender a manejarlas, expresarlas y aceptarlas para la convivencia pacífica y común.
Asi que dejemos a nuestros niños y niñas llorar y enfadarse si lo necesitan y no nos lo tomemos como algo personal sino como una expresión sana y necesaria de lo que les ocurre por dentro.
En la siguiente entrada hablaremos de cómo funcionan sobre emociones